16 de abril de 2024

Jóvenes… ¡Gracias!

Opinión Por: Gustavo Bolívar Moreno

El ministro del Régimen bautizó a los niños con el nombre de “máquinas de guerra”
El Jefe del Régimen rotuló a los jóvenes con el apelativo de “terroristas”
El títere del Régimen los llama “vándalos”.

Si nos atenemos a estas calificaciones burdas, infames, peligrosas, el relato de la marcha del 28 de abril, tendría más o menos las siguientes descripciones:

“Un grupo de “terroristas” avanza en perfecta formación por la carrera séptima, a la altura del Museo Nacional, con un peligroso cargamento de tambores que, a una sospechosa señal de su líder, hacen sonar de manera estrepitosa pero sincronizada generando una música extraña que algo debe tener de subliminal porque, a pesar de no tener letra, arranca sonrisas a quienes observan desde los andenes y nos inspira a marchar a quienes avanzamos a su lado bajo la pauta de los compases. Entre los terroristas hay mujeres con hermosas y crespas cabelleras y también, a juzgar por su pequeña estatura y su carita imberbe, una máquina de guerra, de no más de 15 años. Más atrás de la batucada viene un grupo de terroristas disfrazados de médicos y enfermeras y luego, a prudente distancia por los estragos del Covid, vemos un grupo de adoctrinadores de Fecode disfrazados de maestros de escuela. Al frente de la estruendosa multitud, en la primera línea, están ellos, los vándalos de las universidades. Se les reconoce porque llevan siempre un morral, seguramente con bombas molotov y manifiestos comunistas a cuestas. Uno lleva un cartel que dice: “Marcho para poder hacer ciencia en mi país en lugar de irme a otro”. Otro Vándalo escribió en su cartel: “Mi generación merece educación pública gratuita y de calidad”. Otros muchos dicen “No a la Reforma Tributaria” “Lo esencial es invisible al Estado, resistamos”, “Cuando se lee poco se dispara mucho” o “El pueblo se respeta carajo”. Uno más lleva una pancarta que dice “Hartos de sobrevivir, queremos vivir” y la más blasfema una cartulina que dice “El Covid en Colombia es como Uribe, por falta de pruebas, no se sabe cuántos muertos lleva”.

Por el camino, a la altura de la calle 19, se suman a la peligrosa marcha, los narcotraficantes de la Minga y algunos Congresistas comunistas aliados del narcoterrorismo”.

Como consecuencia de este lenguaje procaz, humillante, falaz, estigmatizante, reforzado desde las cuentas del Capo de Capos en las redes sociales para incentivar la masacre con criterio social y los buenos muertos, los del ESMAD les disparan a la cara a esos “terroristas” para sacarles los ojos (A 32 jóvenes les sacaron un ojo).

La policía, con y sin uniforme les dispara a la cabeza o al corazón a los vándalos (Ya han muerto 47 jóvenes y 450 han sido heridos)

1.300 han sido arrestados ilegalmente y a otros los han desaparecido y aquí las cifras si varían de una ONG a otra. Unas hablan de 245 desaparecidos, otras de hasta 500. Las cifras varían porque algunos han aparecido vivos y otros han aparecidos muertos como Brahian Gabriel Rojas López de 24, visto con vida, por última vez el 28 de abril, en la Virginia Risaralda, cuando el ESMAD atacó con disparos la manifestación. Según los portales “Baudó Agencia Pública” y “La Cola de Rata” este joven, Como en la canción de “Ruben Blades”, apareció muerto entre “el agua y los matorrales” del río Cauca, junto a un cadáver sin identificar, seguramente de otro desaparecido.

Para los medios de comunicación que defienden al régimen los jóvenes también son vándalos, mientras que, para las revistas y portales internacionales y para quien esto escribe, nuestros jóvenes son verdaderos héroes del cambio, héroes de la resistencia. Los más de seis millones de Colombianos esparcidos por el mundo así lo reconocen. Desde más de 80 ciudades del mundo han enviado testimonio gráfico y audiovisual de sus manifestaciones en respaldo a la lucha de los jóvenes. Los plantones van desde el mítico Times Square de Nueva York hasta Sidney, Australia. De Argentina a España. De Suiza a México. De Francia a Japón.

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Justo homenaje a quienes luchan sin descanso por acabar la horrible noche que para este país ha significado el paso de Álvaro Uribe por la vida pública. Sin ellos, sin su despertar, sin su lucha, sin su aguante, sin su entusiasmo, esta adolorida patria no tendría hoy tan viva la esperanza del cambio. Sin esta generación dispuesta a luchar por nuestros derechos hasta la última gota de sudor y de sangre, ya muchos habríamos perdido la fe. Los jóvenes mantienen viva la llama del futuro. Los jóvenes, y lo digo sin temor a equivocarme, son hoy la razón de ser de esta nación. Tanto así que si los jóvenes se derrumban, si dejamos que los sigan masacrando, si permitimos que el gobierno los siga vendiendo como terroristas, si los dejamos solos o en un arranque de politiquería negociamos a sus espaldas sus demandas, el uribismo vuelve a ganar las elecciones de 2022.

Eso no va a pasar. No puede pasar. Los jóvenes son, junto con los miembros del comité de paro, los camioneros que tienen su lucha aparte con el Estado, los indígenas, los afro y los campesinos, los únicos que tienen la legitimidad para sentarse con el presidente Duque a negociar el levantamiento del paro. Los políticos no somos bienvenidos a esta negociación y menos los que no estuvieron de acuerdo con la marcha ni en la marcha. Por eso he dicho que si nos llamaran a los del Pacto Histórico, cosa que no han pensado ni harán, pero demos el caso que lo hicieran, la primera respuesta sería: Primero se sientan con quienes están en las calles: jóvenes, camioneros, campesinos, indígenas y organizaciones sociales y después, si fuera necesario una opinión, iríamos nosotros. No antes. Aprovecharse del paro para darse vitrina es un acto de oportunismo que no se compadece con quienes han sentido arder sus ojos los gases del ESMAD, con quienes han visto morir a sus compañeros, con quienes han tenido que correr despavoridos con un camión asesino detrás lanzando granadas aturdidoras, con quienes han escuchado los gritos desgarradores de esas madres que han perdido lo más amado.

Aceptar ir a Palacio sin antes exigir que cesen los asesinatos, los disparos a manifestantes y la impunidad de estos espantosos asesinatos, es vender el paro.

Los jóvenes protestan básicamente porque no creen en las instituciones (Solo el 2% cree en el Congreso y la presidencia y solo el 1% de ellos acudiría al Estado si tuviera un problema). Los jóvenes se manifiestan, con el peligro que ello conlleva, porque ya no tienen nada qué perder. Los políticos les quitaron todo. El derecho a estudiar, el derecho a la salud, el derecho a pensionarse y el derecho a la libre personalidad. A un joven que fuma marihuana el policía lo persigue más que a quien se roba 18 bimillones en Reficar. La Procuradora acaba de archivar las investigaciones contra la directiva de Ecopetrol por este descomunal desfalco. Ser joven en Colombia equivale a ser el participante de un reality de supervivencia. Solo el 40% de los que se gradúan de bachillerato puede acceder a la educación superior, el 24% de ellos está desempleado y si se es joven y mujer a la vez, ese porcentaje de desempleo sube al 32%.

En Colombia hay 12.590.268 jóvenes entre los 14 y los 28 años. De ellos 5,3 millones de jóvenes están empleados. De ellos 1,9 millones trabajan por cuenta propia, 313 mil son trabajadores familiares sin remuneración y otros 30 mil trabajan en empresas por un almuerzo. Es decir solo 4 de cada 10 jóvenes cotizan a pensión y salud.

En el campo de la educación no les va mejor. De 775.000 niños y niñas que ingresan al sistema educativo anualmente, solo 517.000 logra pasar a la educación media y de ellos solo 501.000 se gradúan. De ellos solo 307.000 pueden ingresar a la educación superior y al final, tan solo el 17,8%, es decir, 106.000 logran obtener un título profesional. Los demás se van perdiendo por el camino de la falta de oportunidades, el desempleo de sus padres, la debacle económica de sus familias, la falta de educación sexual, los embarazos prematuros, los asesinatos de jóvenes, las masacres, los empleos ilícitos, los reclutamientos por parte de grupos ilegales o el exilio.

Según la Organización Mundial de la Salud, la tasa de mortalidad de nuestros jóvenes es una de las más altas de la región pues se ubica en 56,7 por cada 100 mil habitantes, siendo la mayor causa de mortalidad el homicidio con un índice de 123,8 por cada 100 mil habitantes.

En pensiones el panorama tampoco se despeja. FASECOLDA indicó en 2019 que solo la cuarta parte de los jóvenes de hoy llegarán a pensionarse y eso si la clase política no les sigue cambiando las condiciones laborales y la legislación pensional, caso en el cual esta proporción puede caer a niveles más precarios. En veinte años, por ejemplo, 7 de cada 10 jóvenes de hoy se quedaran sin pensión. La mayoría de veces porque no trabajan o trabajan en la informalidad o también porque ganan tan poquito que se les iría buena parte del salario engrosando las cuentas de los dueños del país. Este problema se agravará hacia 2050 cuando la mayoría de la población sea vieja.

Colombia es el país de la OCDE con mayor proporción de jóvenes NINI (Aquellos que ni estudian ni trabajan son el 24,9% de la población)

Después de analizar el oscuro panorama bajo el que viven nuestros jóvenes, respóndase esta pregunta: ¿qué tienen que perder los jóvenes de hoy? Nada. Absolutamente nada. Por eso se la juegan hasta con la vida por el cambio.

Cuando los cambios son irreversibles empiezan a suceder cosas extraordinarias. Por ejemplo, Los colombianos nunca habíamos protestado durante once días seguidos. (Doce si al momento de leer esta columna las marchas, plantones continúan). Nunca, en tantas ciudades del mundo, los colombianos se habían manifestado como una sola voz global contra la arremetida atroz y sangrienta del régimen contra los manifestantes en nuestro país.

Nunca antes, personalidades del arte, la música, las letras, la ciencia y la política del planeta entero habían manifestado su tristeza, su pesar o su preocupación por los asesinatos de jóvenes en Colombia. Desde el Presidente de la Comisión de derechos humanos del Congreso de los Estados Unidos, Jim McGovern, pasando por Kim Kardashian, Justin Bieber, Demi Lovato, Residente, Ester Expósito, Alexis y Fido, Elvis Crespo, Moises Arias, Belinda, Alejandro Sanz, Shakira, Osuna, Ricky Martin, Natti Natasha, Kendall Jenner, Tini, varios jugadores de la selección Colombia, nuestros gloriosos ciclistas, hasta la página oficial del Club Everton de Inglaterra, entre muchos otros, han alertado sobre los abusos policiales en Colombia. También lo hizo ayer el Juez Baltasar Garzón en una carta abierta al Presidente Ivan Duque en uno de cuyos apartes advierte: “Señor Duque, no cometa el mismo error de Piñera, de declararle la guerra a su pueblo”, “Señor Duque la comunidad internacional lo está mirando, las imágenes, están dando la vuelta al mundo”.

Sin embargo no se inmutan porque creen que el blindaje que lograron en Colombia cooptando todos los poderes les alcanzará para permanecer impunes en el resto del mundo y siguen la matanza, ahora a través de sus Águilas Negras. Nunca antes les habíamos conocido el rostro. Estas noches las hemos visto deambular en camionetas de alta gama desde las cuales disparan a civiles desarmados en despiadadas y verdaderas caserías humanas similares a las que se registran en películas de terror como “La Purga”. Desde un carro de estos le pegaron 8 tiros a Lucas, un “terrorista” alegre, que se expresaba a través del baile y la música. Tuvieron que ser disparados desde un arma automática para impactarlo tantas veces en un segundo. Ojalá Lucas, a quien en un principio creímos muerto, pueda sobrevivir para que sus ojos vean el nuevo país que él ayudó a forjar.

A propósito del atentado a Lucas, qué curioso que las ciudades estén militarizadas e inundadas de policías y nunca estos carros de los paramilitares hayan sido neutralizados por las fuerzas del Estado que hasta helicópteros han utilizado para amedrentar a los manifestantes. Solo la multitud ha logrado retener un camión repleto de civiles armados y un automóvil con hombres también armados.

El afán, el desespero los está haciendo actuar sin mente. Afortunadamente no son inteligentes y están dejando huellas de sus crímenes.

Enseña la historia que los malos que se han mantenido por más tiempo en el poder lo han hecho basados en su inteligencia. Aprietan el cuello de sus opositores hasta verlos morados y después los sueltan. No los dejan morir. Y cuando los matan, lo hacen de manera que no queden testigos. Y si quedan testigos, los eliminan, ya sea con accidentes de tránsito, vasos con cianuro, montajes de suicidios o “líos de faldas”. Bien pues la buena noticia es que los malos de Colombia de hoy son supremamente brutos o supremamente soberbios y eso los tiene hoy en la mira del mundo entero y en un futuro no muy lejano en la de la Corte Penal Internacional. El planeta entero y si hubiéramos poblado otros planetas hasta allá hubiera llegado la noticia, sabe que en Colombia hay una dictadura disfrazada de democracia que asesina sin piedad a sus jóvenes inermes.

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Lo saben todos, Los Estados Unidos, La Comunidad Europea, la ONU, Human Rigths, y miles de ONG dedicadas a la lucha por los derechos humanos. Todos lo saben. Todos. Todos. Y es tanta la soberbia que amasaron en Colombia, gracias a su arbitrariedad y su ambición para amasar poderes, que se creen inmunes ante el mundo. Esta vez se equivocaron, señores Uribe y Duque. Esta vez no será el Fiscal Barbosa, ni la Procuradora Margarita Cabello, ni el Defensor del Pueblo, ni la cómica Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes quienes archivarán las múltiples denuncias que existen y que se están estructurando en su contra. Serán la CIDH, y la Corte Penal Internacional los organismos con los que tendrán que verse las caras en un futuro no muy lejano. El mismo Juez Garzón está listo a llevar ante la CPI las pruebas para hacer condenar a Sebastián Piñera por delitos similares. Miles de abogados y jueces alrededor del mundo se ofrecen para tomar la vocería por estas y anteriores masacres como la de 6.402 jóvenes ejecutados extrajudicialmente.

Esta vez se equivocaron y gravemente.

Los jóvenes lo saben y lucharán por la paz de su país. Una paz que se antoja imposible con Uribe y su secta de por medio. Pero lo van a intentar y no dudo que a lograr. Lucharán hasta las ultimas consecuencias por las oportunidades que ellos merecen. En esto no hay tintas medias. Están decididos a todo sin caer en la trampa de la violencia fratricida. Por eso dicen: Aquí vencemos como en Chile o empacamos maletas como en Venezuela.

Gracias jóvenes, gracias por su entrega, su entereza, su lucha, su decisión, su pasión. Esto no solo los convierte en nuestro referente ético sino también en nuestro referente sentimental. La patria les debe mucho amor por esto que hacen. Yo les entrego todo el que me cabe en el corazón. No bajen los brazos. Hacerlo será volver a matar a los que cayeron.