
El síndrome de la rana hervida puede ser igualmente aplicado a la experiencia de realizar compras en el supermercado. En un momento, pasamos desapercibidos ante cualquier cambio, en otro, notamos una nueva gama de productos centrados en el aporte de proteínas. Cuando nos damos cuenta, los estantes están repletos de alimentos que exhiben orgullosamente las palabras «pro», «fit» y, sobre todo, «proteína» en sus envases.
Estos productos destacan por tener un porcentaje de proteína superior al promedio. Esto puede deberse a que son alimentos naturalmente ricos en proteínas o porque han sido reformulados para aumentar su contenido proteico. Esta tendencia se ha vuelto más común, y los productos que tradicionalmente no eran conocidos por su alto contenido de proteínas ahora han sido reforzados en este aspecto.
El resultado es que a menudo nos encontramos en casa, reflexionando sobre si estamos prestando demasiada atención a la proteína en nuestra dieta.
Históricamente, la proteína se ha asociado principalmente con el mundo del deporte, específicamente el fitness y el desarrollo muscular. Sin embargo, en la actualidad, esta tendencia parece haberse extendido al público en general, aunque con algunas sutilezas.
«Los supermercados se han subido a este carro para llevarlo más allá del fitness, pero lo hacen mediante productos enriquecidos con proteínas, sin necesariamente explicar por qué debemos consumir más proteína. Simplemente sugieren la idea de que te ayudará a perder peso o a desarrollar músculo», señala la doctora Miriam Ruiz, médica y nutricionista, fundadora de la escuela online de alimentación y salud Edyal, y autora del libro ‘Alimenta tu salud con comida real’.
En el pasado, hemos sido testigos de modas similares en la industria alimentaria, como la época de los productos «light», que eran bajos en grasas, o productos sin azúcar que solían contener edulcorantes como alternativa al azúcar.
«Otro ejemplo es la moda de los alimentos funcionales, como aquellos enriquecidos con calcio, fibra o omega-3, con beneficios prometidos para la salud del corazón o la osteoporosis. Como si fueran alimentos con propósitos específicos», agrega Miriam. «En la actualidad, incluso los edulcorantes están siendo cuestionados, y vemos productos sin azúcar o sin estos edulcorantes, pero con soluciones alternativas, como cereales hidrolizados que se anuncian como libres de azúcar pero aún contienen otros tipos de azúcares».
En este contexto, surge una obsesión creciente por las proteínas, que se está generalizando gradualmente. Miriam señala una polaridad en este tema, ya que durante mucho tiempo se desaconsejó el exceso de proteínas con recomendaciones obsoletas que limitaban la ingesta a 0,8 gramos por kilogramo de peso máximo, argumentando que cantidades mayores podrían dañar los riñones y el hígado.
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